Empleo formal: clave para superar la pobreza (Juan Mauricio Ramírez)
En la actualidad, el gran obstáculo, el cuello de botella de la economía colombiana, es el problema de la informalidad, porque ésta afecta la calidad del trabajo, la productividad de las empresas, incrementa la pobreza y reduce la contribución a salud y pensiones y, por ende, hace inviable la sostenibilidad de estos dos sistemas de aseguramiento.
La tasa de informalidad en las 13 principales ciudades del país es hoy del 58 por ciento, pero en las zonas rurales es del 75 por ciento. De esta realidad es que surge la propuesta de un salario diferencial.
El problema es que hay grandes diferencias en la productividad entre las 13 principales ciudades y el resto del país. De hecho, hay dos historias distintas. En las 13 ciudades principales ha ido bajando la pobreza, que actualmente es del 30 por ciento, mientras el resto de las cabeceras tiene una tasa del 52 por ciento y el área rural está por encima del 70 por ciento.
Lo que hemos calculado es que la productividad rural es más o menos el 50 por ciento de la productividad urbana y les doy un dato nuevo, pero que es importante para entender todo. ¿Cuál es el valor de la línea de pobreza, es decir, cuál es el costo de la canasta para que una persona sea considerada no pobre? En las cabeceras municipales ese valor es de 293.00 pesos. Si fuera una familia de tres o cuatro miembros, el valor para no ser pobre es de un millón 160 mil pesos al mes. La familia que está por debajo de este valor es considerada como pobre.
Lo realmente importante es que mientras el valor de la canasta per cápita en las 13 principales ciudades es de 302 mil pesos, el valor de la canasta per cápita en las zonas rurales es de 195 mil pesos.
En otras palabras, el valor de la canasta per cápita para ser considerado no pobre en las zonas rurales es el 44 por ciento del valor de la canasta para ser considerado no pobre en las grandes ciudades.
Dada esa diferencia, la pregunta entonces es ¿cómo vamos a tener un mismo salario para todo el mundo? El problema es que con el salario mínimo que tenemos es virtualmente imposible que se genere un empleo formal en Simití o en Chigorodó o en Pamplona. Primero, porque el salario mínimo como porcentaje del PIB per cápita del país, en el caso colombiano es el 56 por ciento, se le tiene que sumar el 50 por ciento adicional por los costos de los parafiscales.
El empleador que contrate hoy a un trabajador con salario mínimo le termina pagando al final, incluidos los costos laborales, cerca de 900 mil pesos mensuales.
Así las cosas, la diferencia entre el costo de la canasta per cápita en las grandes ciudades es muy diferente al de las zonas rurales y el salario mínimo debería reflejar esas diferencias, cosa que no pasa porque tenemos un salario mínimo igual en todo el país y eso hay que enfrentarlo con salarios diferenciales. La única posibilidad de que una persona salga de la pobreza o de que una empresa sea más productividad es con empleo formal.
Ese esquema no lo administra nadie (Hugo López)
Me refiero a la evasión entre la gente que se debería ganar el mínimo, que son los obreros y empleados asalariados rasos, esto es, los que protege el Código. No hablo de informales.
En las 13 principales ciudades, el dato de evasión, según datos del tercer trimestre de 2009, es decir, lo más reciente, era del 13 por ciento.
Pero lo más dramático es que en ciudades como Pasto era del 48 por ciento. Gente que se ganaba menos de 0,95 salarios mínimos al día, incluyendo el dominical. Esa es la definición. En otras palabras, que no le pagaban lo que realmente debían pagarle por ocho horas por día laborado.
En Montería ese dato es del 30 por ciento, en Ibagué del 25 y en Cúcuta del 25, por citar algunos ejemplos.
Lo más grave es esto: supongamos que quisiéramos que la evasión al jornal diario para los asalariados rasos en todas las ciudades del país fuera la del promedio, es decir, del 13 por ciento.
La pregunta obligada, entonces, sería la de ¿cuánto habría que bajar el salario mínimo en Pasto?
Y la respuesta es igualmente dramática: habría que poner un salario del 47 por ciento del mínimo que actualmente rige, para que la evasión no fuera del 48 por ciento, sino del 13, que es el promedio en las 13 principales ciudades.
Y en Montería, habría que poner un salario del 65 por ciento del actual. En Ibagué, del 60 por ciento.
El asunto, así las cosas, es bien difícil de administrar, porque para rebajarles a menos de la mitad (47 por ciento) el salario mínimo a los asalariados rasos en Pasto, eso políticamente no es manejable y no veo quién se le pueda medir a eso.
En síntesis, mi opinión es que a uno le debería dar ganas de apoyar la propuesta de Planeación Nacional, pero cuando observa lo que se tendría que hacer para administrar el asunto se le quitan las ganas de hacerlo.
En cambio, me atrevería a decir lo siguiente: repensemos el salario mínimo, porque éste no está ayudando ni a los pobres y está siendo objeto de una evasión muy grande en algunas ciudades.
El asunto del salario minimo, como usted cita no esta ayudando a reducir la pobreza, pues los patronos estan evadiendo su responsabilidad sin que el ministerio de trabajo ejerzca verdadera fiscalizacion, esa es parte de la crisis de la salud publica colombiana una gran cantidad de empresas ocultan sus utilidades tras figuras contables y se mantienen como empresas con menos de 10 empleados, con el respectivo sobrecosto para el sistema de seguridad social con lo cual se esta de forma indirecta subsidiando a las empresas con un alto costo social.
ResponderEliminarPara la eficacia de un salario minimo en colombia debe partirse de la idea de que esta figura es una distorsion de mercado por lo tanto el gobierno debe tratar de que su imposicion genere mas beneficios que sus costos en eficiencia, su propuesta de un salario regional sustentado en las disparidades regionales podria verse mejorado si se planteara un salario por sectores economicos pues no podria premiarse el atraso de una region y castigarse el desempeño de otra. El asunto del salario debe tomarse como un todo considerando que las productividades intersectoriales y las respectivas elasticidades de sustitucion podrian llevarnos a un salario minimo que no solo tienda a mejorar el nivel de vida de los trabajadores sino que adicionalmente permita una rotacion de los recursos hacia los sectores mas productivos.
Felipe Augusto,
ResponderEliminarGracias por su comentario. Los elementos que señala usted están siendo tenidos en cuenta en la discusión sobre el tema. Lo que está claro es que es urgente definir una política de empleo en el país que además de cuenta de las disparidades regionales y de las diferencias entre sectores. El problema, como lo señala el profesor López, es la implementación de una política por el estilo.
Esperamos que siga participando en nuestros debates.
Equipo DNP